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¿Sabías que...
Aquamac (2003-2005)
¿Me da un vaso de agua, por favor?

Fuente: Diario de Avisos

Crónica CAIUS APICIUS CRÍTICO GASTRONÓMICO

UNO DE LOS CAMBIOS más radicales que he vivido se refiere a la consideración y hábitos de consumo de algo tan básico y tan cotidiano como el agua; en, pongamos, treinta años, el cambio ha sido espectacular, seguramente para bien o, mejor dicho, sin duda para bien en casi todos los aspectos.

En "casi todos", ya digo. Echemos la vista atrás, más atrás todavía. Cuando yo era un niño -viví gran parte de mi infancia en la rebotica de la farmacia paterna- las aguas embotelladas -aguas minero-medicinales, decían- se vendían en las farmacias; recuerdo que era habitual que la gente viniese con el envase vacío, que se le descontaba del precio del que se llevaba.

Claro que, por aquel entonces, también se vendía en la farmacia la manzanilla, o el té, y no digamos otras hierbas hoy populares, pero que entonces nadie se tomaba salvo por prescripción facultativa o de la siempre sabia medicina casera de la abuela, casos de la tila o el poleo. Y otro elemento que se vendía en régimen boticario era... el yogur, antes de la llegada de las multinacionales del sector.

Pero volvamos al agua. Cuando uno tenía sed, se acercaba a alguna fuente próxima; si no había, hasta un chaval se atrevía a entrar en una cafetería y pedir -"por favor" y de "usted", eso sí- al camarero "un vaso de agua". Lo normal era que se lo dieran sin más problemas... y sin más añadidos, quiero decir que nada de cubitos de hielo o gollerías por el estilo: agua del grifo, a temperatura de grifo, y gracias. Pero te la daban, aunque había bares que eran particularmente incordiados por hordas de chiquillos sedientos.

En aquel tiempo, que una persona mayor tomase asiento en una terraza y pidiese como consumición "un agua con -o sin- gas" hubiera causado cierta sensación: no es que no fuera frecuente, es que no era casi ni concebible: ir a una terraza a beber agua, qué cosas, qué gente más rara...

Hoy... ya ven. Son legión las personas que consumen agua en las cafeterías, agua que, a diferencia de aquellos niños que fuimos, pagan religiosamente. El agua "mineral" -vamos a dejarlo en "agua embotellada"- se compra en supermercados, generalmente en botellas de plástico, y la tal botella, desde el tamaño botellín al tamaño botellón, se ha convertido en un complemento al parecer indispensable del atuendo del deportista urbano, junto al chándal, la sudadera y las zapatillas 'de deporte'.

Uno no ve el menor aliciente en echar de vez en cuando un trago -a morro, claro- de una botella que contiene agua más bien templada, cuando no francamente caliente, y sería partidario de la "escala técnica" para beberla fría, pero esos "atletas" del asfalto tendrán, no lo dudo, sus razones... que a mí, salvo que se trate de cuestión de "pelas", no se me alcanzan.

Subamos un escalón; mejor dicho: muchos escalones. Vayamos al restaurante. Antes le preguntaban a uno si, además del vino solicitado, bebería agua. Si la respuesta era afirmativa, se le volvía a preguntar si la quería con o sin gas. Y hasta ahí... bueno, salvo en Galicia, donde le podían -y aún pueden- preguntarle si la quiere "fría o del tiempo". Hoy... hay cartas de aguas en muchos restaurantes, cosa que me parece muy bien.

Lo que no me parece tan bien es que, en muchos de esos restaurantes "fashion", esa carta esté formada casi íntegramente por aguas extranjeras: escocesas, galesas, noruegas, francesas, italianas... Va a haber que empezar a defender las calidades del producto nacional, que en España hay aguas magníficas, pero parece que está de moda beber aguas exóticas.

De lo que no cabe la menor duda es de que, incluso en el caso de que la consumamos del grifo, hoy bebemos aguas mejores que hace cincuenta años. Eso sí, me temo que ya serán muy pocos quienes se atrevan a beber agua de un arroyo de montaña, de un manantial... El miedo a los "cocos", sean "estafilo" o "estrepto", es libre, así que lo normal será ver, junto a una fuente natural serrana, a unos cuantos ciudadanos bebiendo el agua de las botellas de plástico con las que han cargado desde su casa y con las que, de tener la mínima conciencia ecológica, cosa que, como el valor en la antigua mili, se les supone a estos deportistas, deberían seguir cargando hasta encontrar un lugar adecuado donde dejarlas... suponiendo que el plástico tenga un lugar "adecuado" para ser abandonado a su suerte.

Vamos, que va a ser cierto lo de que el agua ha pasado, en el transcurso de una vida, de ser algo que se regalaba a convertirse en un bien escaso... o en algo influido también por la moda; y las modas se pagan. Ahora que lo pienso, hay aguas de "alta costura" -las del restaurante, en botellas de cristal y de diseño- y de "prêt-à-porter", que son las del plástico. Quién se lo iba a decir a aquel chaval que, hace medio siglo, entraba sediento en un bar y pedía: "por favor, ¿me da un vaso de agua?".

 
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