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Aquamac (2003-2005)
El «impacto» de la desalación. 08-14/07/04

Partidarios y detractores no se ponen de acuerdo en los costes ambientales de una tecnología que moverá 70.000 millones de dólares en los próximos 20 años.
Mentira. Para empezar niegan la mayor, la premisa primera. Los ecologistas aseguran que el déficit hídrico del arco mediterráneo (ése que el Plan Hidrológico Nacional ha tasado en más de mil hectómetros cúbicos) está inflado. Que está inflado y que, en todo caso, las carencias, que haberlas haylas, pueden ser resueltas con una mejor gestión de los recursos locales. Y que por eso no es necesario un trasvase de 1.050 hectómetros cúbicos y que por eso no son tampoco precisos los 1.058 que ha prometido Cristina Narbona, la ministra de las desaladoras. Santiago Martín Barajas, experto en aguas de Ecologistas en Acción, habla claro: «el reconocer tales demandas, que es lo que hace el nuevo plan, significa insistir en un modelo de desarrollo insostenible en la costa mediterránea, un modelo que, con la nueva solución, causa unos impactos menores que los que ocasionaba el trasvase, pero que, de todas formas, causa un impacto considerable». ¿Por ejemplo? «El consumo energético que va a ser necesario para desalar», energía que si sale de centrales térmicas que queman combustibles fósiles se acaba traduciendo en CO2, feo gas.
Dícese ósmosis y consiste, grosso modo, en proyectar a gran presión el agua salada a través de ciertas membranas, filtros que dejarán pasar el líquido elemento pero no la sal. El asunto es que para lograr esa presión necesaria hace falta energía, una considerable cantidad de energía. Y ahí está el quid de la cuestión, que la electricidad cuesta dinero y malos humos, sobre todo si sale de centrales térmicas que queman combustibles fósiles y expelen CO2, ese gas que produce cambio climático. Pero en este aspecto los números también «bailan» mucho, como en casi todo lo que rodea al PHN. Bailan mucho o... muchísimo. Veamos...Uno: según el conseller de Territorio y Vivienda de la Generalitat Valenciana, Rafael Blasco, «las desaladoras [que prevé el nuevo PHN] emitirán cuatro millones de toneladas de CO2 a la atmósfera». Dos: según el ministerio de Medio Ambiente, esas emisiones quedarán reducidas a 873.000 toneladas. Tres: según la organización ecologista Adena, el volumen de gases emitidos podría llegar al millón y medio. Y cuatro: si la energía empleada para desalar es renovable (lo cual podría encarecer el producto), las emisiones serían, sencillamente, cero. En fin, que desalación comienza a ser sinónimo de electricidad y CO2. Por lo susodicho y porque parece superado el debate de las salmueras, ese mejunje que expelen como residuo las desaladoras (de cada litro de agua de mar que entra en la máquina, más de medio vuelve, hipersalino, al mar). Afortunadamente, y al parecer, los científicos están de acuerdo en que técnicamente el problema está resuelto y en que, con buenas prácticas, no ha de haber problemas para el medio ambiente marino. En fin, energía y CO2. Ahí está el debate ahora: en si exige más energía el trasvase o las desaladoras que propone el Plan Narbona.

Fuente: La razón digital, semana del 8-14 de julio de 2004

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